Estrés, estresores y síntomas residuales del estrés

Estrés, estresores y síntomas residuales del estrés

¿Alguna vez has pasado por una bronquitis y la tos o la fatiga de la enfermedad han persistido durante algunos meses más?

Seguramente si has estado en esta situación hayas acudido a tu médico de cabecera en busca de una respuesta y hayas encontrado que no son más que síntomas residuales, los cuales persisten por no haber cumplido parte del tratamiento que va más allá de la medicación. Supongo que tras conocer qué te ocurría y haber escuchado las indicaciones de que para paliar esos últimos síntomas habías de hidratarte, descansar y evitar espacios con humos, te habrás quedado mucho más tranquilo/a.

Con el estrés pasa algo parecido, aunque jamás llegaríamos a pensar que lo que sentimos en muchas ocasiones son síntomas residuales de este cuadro, pues tendemos a pensar que hay algo dentro de nosotros que está mal, falla o que está roto. Te invito a que conozcas un poco más acerca del estrés en este artículo y si es posible, que adquieras nuevos conocimientos que te ayuden a convivir con él de forma más amena.

¿Qué es exactamente el estrés?

Construir la casa por el tejado es un error muy común del ser humano, así que, para que te quede bien claro qué es y cómo funciona, antes de nada, he de hablarte de los estresores.

¿Qué son los estresores?

Los estresores son aquellos elementos que ponen en marcha una respuesta de activación del organismo. La naturaleza de los estresores puede ser externa (factores del contexto como pagar facturas, llegar a fin de mes, problemas familiares, exceso de trabajo, mudanzas, preocupaciones por tu vida sexual, etc.) o interna (autoexigencia, perfeccionismo, inseguridad, exceso de autocrítica, etc).

Los estresores son muy personales, es decir, que a cada uno le afecta más una cosa u otra, el claro ejemplo es que hay personas a las que su trabajo les abruma y ahoga, y hay otras que ocupan ese mismo puesto de empleo y lo hacen con una sonrisa de oreja a oreja prácticamente todos los días.

Ahora sí, ¿qué es por lo tanto el estrés y qué relación tiene con los estresores?

El estrés se puede entender como un sistema de cambios que ocurren a nivel físico y mental para dar respuesta a esos estresores que te acabo de presentar. Puedes imaginarte al estrés como una alarma que activa una serie de cambios en tu organismo cuando este se ve desbordado por una o varias demandas a las que atender.

Para el ser humano, el estrés no es nada nuevo, pues es un sistema que lleva permitiéndonos hacer frente a ciertas amenazas desde que nuestros estresores tenían garras, dientes muy afilados y corrían detrás nuestra. Esto quiere decir que el estrés es una respuesta que ha evolucionado desde aquel entonces hasta activarse con amenazas como mails del trabajo, una fecha de entrega de un proyecto o tener una conversación con nuestra pareja sobre asuntos que no van bien.

Al final, todo se resume en que el estrés es aquel mecanismo automático con el que el ser humano cuenta y que produce una serie de cambios bioquímicos (aumento de adrenalina y cortisol) y fisiológicos (aumento de la frecuencia cardíaca, inquietud, dilatación de las pupilas, cambio del foco de atención y aumento de la respiración) que preparan al cuerpo para resolver una amenaza. Es decir, el fin último del estrés es activarnos ante una serie de estresores para luchar o huir (afrontarlos o evitarlos). ¡Aunque ojo! También podemos, aunque ocurra en menos ocasiones, paralizarnos al sentirnos totalmente desbordados por los estresores.

¿Podré dejar de sentir estrés alguna vez en la vida?

La respuesta es clara, no podrás. Como ya habrás podido intuir, no depende de nosotros sentir o no estrés, pues es una respuesta natural que nos ha permitido sobrevivir como especie y que actualmente nos permite alcanzar objetivos y afrontar los problemas del día a día.

La buena noticia es que sí puedes reducir el estrés, pues es cierto que, como ocurre con muchas otras emociones, a veces la función que pretenden cumplir se ve mermada porque el malestar (fisiológico y mental) que dejan a cambio es insoportable. La vía más correcta es la de conocer bien cuáles son tus estresores, para poder anteponerte a ellos, hacer una gestión diferente de los mismos o incluso eliminarlos si no cumplen ninguna función beneficiosa en tu vida (p. ej., una relación muy dañina, la autoexigencia, un empleo con condiciones inhumanas, etc).

Otras medidas que puedes poner en marcha para reducir el estrés si este resulta excesivamente molesto son: hacer ejercicio físico con regularidad, tener establecida una buena rutina de sueño y alimentación, la meditación y el contacto social.

Ahora bien, ¿por qué muchas veces, aunque se eliminen los estresores no desaparecen los síntomas asociados al estrés?

La respuesta a esta pregunta está en comprender cómo funciona el ciclo del estrés.

Tal y como aquella buena trama de esa peli que tanto te gustó, el estrés tiene un inicio (hay una demanda o un peligro al que atender), una parte intermedia (acción) y un final (alivio o seguridad). Hasta que este ciclo no está cerrado, no dejamos de sentir los síntomas de estrés, y es que completar este ciclo es una tarea que cada día nos cuesta más realizar. Si te preguntas por qué existe esta dificultad, es algo que está relacionado con la naturaleza de los estresores a los que nos enfrentamos hoy en día, ya que tienen una gran diferencia con los que nos enfrentábamos hace miles de años.

Cuando nuestros estresores eran leones, era mucho más fácil identificar cuál era la amenaza (el león en sí), qué había que hacer (huida) y saber cuándo el peligro había desaparecido (alivio, «sigo vivo»), con lo cual, ciclo cerrado, ya no es necesaria la activación que produce el estrés. Esto es lo que se conoce como un estresor agudo, pues se presenta en un espacio de tiempo corto y concreto y la amenaza es de gran intensidad.

En la actualidad, los estresores a los que nos enfrentamos son todo lo contrario, pues suelen ser amenazas de baja intensidad, es decir, que no está en juego nuestra vida, aunque tienden a extenderse en el tiempo y alargar el malestar. Son lo que se conoce como estresores crónicos.

Es realmente difícil identificar cuando acaba el ciclo del estrés si nos enfrentamos a estresores crónicos. Por ejemplo, si tienes que entregar un proyecto de trabajo en una fecha exacta a la vez que haces otra serie de tareas, esto va a activar una respuesta de estrés para entregarlo a tiempo sin dejar de hacer todo lo demás.

Ahora bien, aunque finalmente entregues el proyecto a tiempo, tienes que seguir acudiendo todos los días a ese mismo lugar, lo que implica que te encuentres con una señal que ha indicado día tras día a tu cuerpo que debía activarse, por lo que, aunque hayas entregado el proyecto, es muy probable que sigas con ese pellizquito en el pecho, te sigas sintiendo acelerado o incluso de vez en cuando notes que te falta el aire, por no hablar de que en la mayoría de los días notarás que sigues preocupándote sin aparentemente tener motivo, ¡pues ya has entregado el proyecto a tiempo!

¿Cómo sabe tu cuerpo que el peligro ya ha pasado, si sigues yendo al lugar dónde estaba el peligro de forma permanente durante los últimos días?

Siguiendo con el ejemplo anterior, estoy seguro de que la entrega del proyecto ha hecho que dejes atrás muchas conductas de autocuidado, como el ejercicio físico, esa cerveza al acabar de trabajar, ver tu serie favorita todas las noches, etc. Y claro, tenías que poner mucha atención a la entrega, no te culpo. Ahora bien, seguro que se te ha olvidado volver a retomar muchas de estas actividades que te hacían bien y que indicaban a tu cuerpo que todo estaba en calma y que no había amenazas importantes a la vista, ya sea por pereza de volver a retomarlas, porque estás cansado tras todo el esfuerzo anterior o porque sin darte cuenta has dejado de hacerlas.

¡Es el momento de cerrar el ciclo! Has afrontado el estresor, ahora te toca indicarle a tu cuerpo de forma deliberada que, aunque sigues yendo a tu lugar de trabajo, allí donde has sufrido tanto últimamente, todo ha vuelto a la calma. Retoma tus clases de baile, vuelve a pintar o salir a correr por las mañanas, recupera tu espacio de lectura por las noches.

Igual que para pasar una bronquitis, si bien no quieres que queden síntomas residuales, no solo es suficiente con tomar la mediación, sino también tienes llevar a cabo una serie de hábitos como una adecuada hidratación, no entrar en contacto con humos y descansar; cuando pasas periodos de mucho estrés, además de afrontar el estresor, es necesario indicarle al organismo que todo ha vuelto a la tranquilidad y que las amenazas han desaparecido y, para ello, necesitas retomar todos aquellos hábitos que siempre te han reconfortado.

Ahora ya lo sabes, afronta el estresor… ¡pero no olvides de cerrar el ciclo!