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Pautas educacionales: El poder de las palabras

¿Cuántas veces habremos escuchado la famosa frase “si pierdes las formas, pierdes la razón”? En ocasiones se nos olvida que el objetivo del lenguaje y la comunicación no es otro que transmitir una determinada información y con una intención concreta.

Pautas educacionales. ¿Qué poder tienen nuestras palabras?

Si no somos conscientes de que el lenguaje es nuestra principal herramienta para que esto se pueda llevar a cabo, tanto en forma como en contenido, es cuando pueden empezar a aparecer los problemas, sobre todo si no consideramos las pautas educacionales que podemos imprimir a nuestras palabras.

Para quienes nos dedicamos al mundo de la psicología, es vital analizar y detectar si nuestro sistema de comunicación está teniendo en cuenta variables tan importantes como el respeto, la empatía o la asertividad. Este último concepto engloba los principales pilares de la comunicación ya que, para que tu estilo comunicativo pueda ser asertivo, es necesario que focalices tu atención en dar tu opinión considerando y respetando la de los demás, pero al mismo tiempo transmitiendo lo que quieres expresar de manera clara y segura sin miedo al temido qué dirán.

Cuándo crees que no funcionan las pautas educacionales

En consulta nos encontramos frecuentemente con padres y madres que repiten mucho la siguiente frase “¡Es que ya no sé cómo decirle las cosas para que me escuche o me haga caso!” Vamos a analizar detenidamente esta frase ¿dónde consideráis que está el problema: en qué el niño o la niña no haga caso o en qué el padre o la madre no sepa cómo conseguirlo? Efectivamente, cuando literalmente no sabes cómo decirle las cosas a tu hijo significa que la manera en la que se está haciendo o se ha hecho hasta ahora no funciona correctamente.

Los niños y adolescentes se encuentran en un proceso continuo de aprendizaje y como adultos somos los que nos encargamos de enseñarle la manera adecuada de comunicarse. Es obvio que no toda la responsabilidad reside en nosotros como sus educadores y las pautas educacionales que imprimamos a nuestra comunicación, ya que existen niños más difíciles que otros, pero muchas veces esta frase esconde varias connotaciones que nos pueden ayudar a buscar un remedio para el problema.

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El estilo agresivo

Si atendemos a la forma, habitualmente observamos que el mensaje que se está transmitiendo viene acompañado de la desesperación ocasionada por la falta de resultados y finalmente se suele recurrir a un tono elevado para que los pueda haber. Cierto es que, en ocasiones, podremos ver resultados inmediatos pero, a largo plazo, además de dejar ser efectivo, solo estaremos fomentando en el/la menor un estilo comunicativo agresivo que se caracterizará por imponer sus propias demandas sin tener en consideración a la persona a la que se lo solicita.

Los imperativos en las pautas educacionales

Otro factor muy importante y muy relacionado con este contexto es el uso de imperativos. Cuando nuestras demandas se convierten en imposiciones (haz esto, tráeme lo otro, compórtate de esta forma, …), no estamos haciendo partícipes del mensaje al receptor, simplemente la información se percibirá como una orden. Es por eso que debemos prestar especial atención a cómo estamos transmitiendo el mensaje y diferenciar si hemos automatizado en nuestro repertorio lingüístico exigir o, de lo contrario, pedir algo adecuadamente.

Los condicionantes

Por otro lado, el uso de condicionantes también le hace un flaco favor al desarrollo comunicativo de lxs más pequeñxs. Cuando utilizamos “Si haces X pasará Y” o “Si no pasa X, pasará Y” solo existen dos formas de interpretar el mensaje: o como un “chantaje” para obtener una recompensa o como una amenaza. Ambas interpretaciones solo invitan a que el receptor se sienta en el compromiso y la obligación de cumplir la demanda por factores ajenos a ella y, por lo tanto, su foco de atención se dirigirá más hacia estos condicionantes que al mensaje en sí.

Comparaciones

Finalmente, tenemos las comparaciones. Cuando sobrepasamos la delgada línea que existe entre comparar y marcar un patrón de referencia o un modelo de conducta, contribuimos a que la autoestima de los más pequeños lea directamente “yo no tengo eso que se me está solicitando”.

En lugar de compararles, enseñémosle a hacer lo que se le solicita, actuando nosotros como su modelo de comportamiento y acompañándoles hasta que lo consigan aportándole las herramientas necesarias para que lo incluyan dentro de su repertorio conductual.

El contenido en las pautas educacionales

Ahora nos centraremos en el contenido de nuestro lenguaje.

Devaluación

La principal recomendación y la más importante respecto al contenido es suprimir o sustituir toda palabra que devalúe al menor por otra que pueda ayudarle a entender lo que está haciendo mal. El uso de descalificativos (“que torpe eres”, “eres un/a inútil, “que mala/o eres”, “eres un/una vago/a) tiene muchísimo peso en la construcción del autoconcepto del menor.

Si crece creyendo todo este tipo de afirmaciones sólo estaremos ayudando a incrementar sus inseguridades en las etapas de la adolescencia y la adultez y limitando sus propias capacidades. En lugar de eso, ayudémosle a entender que le ha llevado a su error y proporcionarle varias alternativas para que así pueda trabajar su capacidad de afrontamiento ante los posibles problemas que pueda tener en un futuro.

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Lenguaje absolutista

Por otro lado, tenemos la utilización de un lenguaje absolutista. Frases como “no haces NADA”, “SIEMPRE haces lo mismo” o “¿me puedes a hacer caso SOLO POR UNA VEZ?” actúan como recursos totalmente contraproducentes hacia nuestro mensaje. Con este tipo de afirmaciones la niña o el niño se retroalimentará de ellas y sólo podrá interpretar que la demanda que se le pide no tiene por qué hacerla porque (NUNCA) la hace. Además, estamos prácticamente empujándole a que no se sienta capaz de realizarla, por lo que el mensaje se puede extrapolar a otros ámbitos de su vida en los que se sienta poco útil o no se vea capacitado para conseguir lo que se proponga.

Afirmaciones negativas

Terminamos con la última recomendación, las afirmaciones en negativo. Si a nuestro hijo le decimos “NO te portes mal” o “¡Ves, es qué NO me escuchas!” no le estamos indicando el camino hacia dónde tienen que ir, sino todo lo contrario, estamos poniendo su punto de mira en lo que acompaña a la negación.

En este sentido, pasa algo similar al apartado anterior, si repetimos al menor en varias ocasiones que no escucha, estamos limitando su crecimiento y potenciando que no lo haga y se sienta incapaz de hacerlo. Lo recomendable en estos casos es volver a actuar como modelo conductual y enseñarle cómo hacerlo, es decir, si quieres que tu hijo no se porte mal, dile qué tiene que hacer para portarse bien y si quieres que te escuche, muéstrale cómo es la forma correcta de hacerlo.

Desde nuestro gabinete somos totalmente conscientes de lo complicado que es educar a nuestros pequeños y adolescentes y la responsabilidad que esto conlleva. Por eso espero que os haya sido de utilidad esta publicación y que al menos nos haga reflexionar y tomar consciencia del lenguaje que utilizamos en nuestra vida diaria, con los que nos rodean y poder mejorarlo poco a poco.