Duelo en la infancia: cómo afrentarlo
A lo largo de nuestras vidas nos enfrentamos a multitud de situaciones complicadas, pero sin duda, una de las circunstancias más complejas es afrontar la pérdida o el sentimiento de ausencia de un ser querido. Por desgracia, ni con las supuestas herramientas de las que disponemos en la edad adulta, es suficiente para poder resolver con eficacia las diferentes etapas del duelo. El duelo consta de las siguientes fases que se desarrollan de manera progresiva: momento de crisis, negación, enfado, período depresivo, aceptación de la pérdida y finalmente aprendizaje.
Como podemos intuir, todos estos procesos no son fáciles de asimilar para nadie, pero ¿y para los más pequeños? Es evidente que, además de que cada niño sufre el duelo de manera única e individual, este va a depender en gran medida de la edad de quién lo padece y, por ende, del grado de consciencia asociada a esta y de los procesos que aparecen en cada etapa de la infancia. En este artículo os intentaré ayudar a identificar las respuestas más habituales en las diferentes etapas de la infancia y el modo de acompañar al niño en su proceso de duelo.
Reacciones habituales ante el fallecimiento de un ser querido.
Primera infancia y edad temprana
Aunque entre los doce meses y los tres años de vida los niños no dispongan en su repertorio del concepto de muerte, necesitan sentir y saber quiénes son sus principales figuras de cuidado, afecto y seguridad física. Si la niña o el niño sufre la ausencia de estas figuras, la respuesta inicial será intentar por todos los medios que dicha figura vuelva por medio de llantos, gritos, movimientos bruscos de desesperación y un estado de hiperalerta hacia cualquier estímulo que pueda asociar a ella.
Cuando comprueban que esta serie de conductas no le conducen al regreso de la persona ausente, el niño o la niña se vuelve más introvertido y apático, manifestando conductas de añoranza de manera más intermitente mediante quejidos más sutiles y apagados. Al entrar en los 2-3 años, los niños evidentemente siguen sin conocer el concepto de muerte, y es por eso que los traducen como una separación o abandono que atenta sobre su integridad física y emocional.
Entre tres y seis años
En este período, al tener un concepto difuso acerca de la muerte, los niños no son capaces de asumir que la persona perdida no va a volver, por lo que para ellos la muerte es algo reversible, dónde dicha persona en cualquier momento aparecerá y que además sigue llevando una vida normal en cualquier otro lugar. Por eso es muy importante no decorar la muerte con términos ambiguos como que la persona ausente se ha ido al cielo, de viaje o que simplemente se ha perdido. Todo este tipo de explicaciones solo contribuyen a generar un mayor estado de incertidumbre y confusión en la niña o el niño, retrasando así su inicio de afrontamiento en el duelo.
Es común que en esta etapa se presenten las siguientes características en el desarrollo del duelo:
Al tener un concepto difuso acerca de la muerte, los niños no son capaces de asumir que la persona perdida no va a volver, por lo que para ellos la muerte es algo reversible, dónde dicha persona en cualquier momento aparecerá y que además sigue llevando una vida normal en cualquier otro lugar. Por eso es muy importante no decorar la muerte con términos ambiguos como que la persona ausente se ha ido al cielo, de viaje o que simplemente se ha perdido. Todo este tipo de explicaciones solo contribuyen a generar un mayor estado de incertidumbre y confusión en la niña o el niño, retrasando así su inicio de afrontamiento en el duelo.
- Aparición repentina de miedo tanto a su propia muerte como a la de alguien querido
Fruto del desconocimiento acerca de la muerte, los niños consideran que la muerte en esa edad es una posibilidad y que les puede pasar a ellos también o bien a una de sus figuras de apego. Por este motivo, es necesario explicarle las circunstancias individuales de cada persona y por qué las de la persona fallecida contribuyeron a su muerte, contrastando con las de el/la infante y las de la madre o padre superviviente, que no reúnen las condiciones para que eso pase.
- Reflejo de sus emociones mediante el juego
En sus juegos pueden manifestar su propia visión acerca del momento de la muerte de la persona añorada, su entierro o juegos dónde recree su propio concepto de muerte. Se trata de una conducta totalmente aceptable que les ayuda a avanzar en su proceso de duelo y a familiarizarse e ir transformando poco a poco su concepción individual de la muerte mediante el juego y el intercambio de ideas entre sus iguales. - Conductas desaprendidas
Pueden aparecer comportamientos más infantiles o conductas no asociadas a la edad que ya habían aprendido, como chuparse el dedo o reclamar el uso de un chupete, hacerse pipí en la cama, dormir acompañados… - Contradicción en sus emociones
En este rango de edad, los niños no son conscientes de cómo tienen que sentirse exactamente. Es por eso que es común encontrarse las dos caras de la situación: una en la que parezca que la muerte no le ha afectado y no menciona nada al respecto y otra en la principalmente manifieste emociones como la tristeza, el enfado o la ira mediante pesadillas, rabietas, irascibilidad, juegos caóticos… En ocasiones todos estos sentimientos suelen ir dirigidos a la figura superviviente, en ese caso, es recomendable permitirle que exteriorice toda esa mezcla de emociones a través de actividades como correr, golpear una almohada, gritar, saltar, dibujar de manera caótica para descargar la tensión… - Búsqueda intermitente
Aunque al inicio del duelo sean capaces de reconocer que su familiar ha muerto, es frecuente encontrarse con que, pasado un período de tiempo, el niño o la niña vuelvan a preguntar por la persona fallecida o incluso que aparezcan conductas de búsqueda activa en los principales lugares asociados a la persona perdida. - Conductas espejo derivadas de su figura de apego superviviente
Pensad que a estas edades los niños aprenden casi todo por imitación, por lo que nuestras reacciones ayudarán a construir las suyas propias. Para este factor en concreto, no se recomienda manifestar en su presencia episodios de histeria o ira extrema para evitar esta imitación, pero sí se convierte en necesario hacerles partícipes de la tristeza y dolor que suponen la pérdida de esa persona, mostrándole lo que sentimos para que ella/él lo haga también. Siguiendo estas indicaciones, podéis intuir que para nada es recomendable intentar ocultar vuestras emociones para que ellos no sufran, pues estaremos fomentando que no compartan sus pensamientos y emociones con el resto. - Sustituto emocional
Ante la falta de reciprocidad emocional con la persona fallecida, es normal que aparezca la figura del padre o la madre imaginaria. Además, es frecuente que intenten asignarle el rol que asumía la persona fallecida a algún adulto conocido.
El duelo entre los seis y diez años
Entrando en este período de edad ya empiezan a saber discernir entre lo real y lo ficticio y, aunque no se asemeja el razonamiento de un niño o niña de seis años a uno de diez, empiezan a asumir más detalladamente el concepto de muerte. Digamos que, en este rango de edad, existe una madurez cognitiva que les hace percibir muchos factores, como la asunción de roles (familiar, social, académico, …) la capacidad de razonamiento y análisis… que les permite cuestionar con mayor profundidad el concepto de muerte. Por supuesto, esto no quiere decir que estén más preparados para asimilar lo que supone realmente y las consecuencias de un fallecimiento.
A continuación, podréis ver algunas de las reacciones más comunes que se presentan en este rango de edad:
- Sentimiento de culpabilidad
Algún comentario o conflicto sucedido antes de que la persona muriese, puede desencadenar que la/el niña/o se siente culpable durante su duelo. Este sentimiento es prioritario que se corrija puesto que es un condicionante muy importante para el desarrollo de su duelo.
- Asunción del rol de la persona fallecida
En ocasiones, podemos observar como realizan las tareas que realizaba la persona fallecida: cuidado de los familiares, tareas del hogar, actividades de ocio que realizaba exclusivamente el familiar fallecido…
- Búsqueda activa de la persona ausente
Acuden frecuentemente a los lugares donde podía encontrar a la persona que ha perdido, esperando diariamente poder encontrarlos otra vez. En este caso se recomienda transmitirles que es un sentimiento tan normal que incluso a nosotros nos pasa y dejarles que sigan buscando, sin intentar mediar.
- Negación y relación imaginaria con la persona fallecida
Es habitual que no acepten que la muerte de ese familiar ha sucedido. Ante esto los niños pueden manifestar desde comportamientos agresivos a una total pasividad ante la muerte del fallecido, incluso llegando al punto de verbalizar constantemente lo brillante que era y su buena relación, alimentando así una relación imaginaria que les impide percibir que la persona ha muerto.
¿Cómo podemos acompañarles nosotros?
Se aconseja que los niños participen en las costumbres funerarias, puesto que si les incluimos en situaciones como el entierro o el velatorio le ayudamos a comprender mejor el concepto de muerte y sus consecuencias. Para esto, conviene contextualizar previamente qué se va a encontrar allí y por supuesto no insistir ni culpabilizar el hecho de que no quiera participar en alguno de ellos.
Ante las preguntas acerca de la causa de la muerte, es recomendable transmitirles con total sinceridad que nosotros también tenemos muchas preguntas que no sabemos responder. A su vez, intentaremos hablarle con franqueza del concepto de muerte, que se trata de algo que le llega todo ser vivo y que, por lo tanto, forma parte de la vida.
El momento de comunicar la muerte es algo muy doloroso. Aunque se trate de un momento muy complicado, se debe realizar cuanto antes mejor, explicándole las circunstancias adaptándolas a su edad e intentando reflejar la realidad sin dejar puertas abiertas, transmitiéndole todo lo que sentís ambos hacia esa persona.
Es fundamental que los niños expresen sus sentimientos, por lo tanto, no podemos desacreditar ninguna emoción que intente transmitirnos (“no estés triste”, “no te pongas así que si no yo también me pongo así”, “ahora tienes que ser fuerte”). Para esto es muy importante que la niña o el niño nos perciba como una figura segura y de confianza tanto emocional como física, en la que busque ese contacto afectivo, ese refugio en el que no se sentirá incomprendido, inseguro o abandonado. Aun así, también debemos reforzar que es sano que pueda manifestar su dolor en solitario o en compañía de otra persona.
Hasta aquí llega el artículo de hoy, espero haber aportado algo más de comprensión acerca del comportamiento de los más pequeños ante la pérdida de un ser querido y que nos permita entenderles algo mejor. Ya sabéis, si necesitáis nuestra ayuda o queréis más información al respecto, sólo tenéis que poneros en contacto con nosotros y estaremos encantados de atenderos.
Mi nombre es Javier Álvarez, soy psicólogo general sanitario, colegiado por el colegio oficial de psicólogos de Andalucía con el número AO10698.
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