zona de confort

Zona de confort: cuídala y amplíala

Zona de confort: Cuidar y ampliar ¡Es un tesoro que cuesta mucho construir!

Desde hace tiempo en el Gabinete de Psicología, valoramos mucho los beneficios de tener una buena, grande y bonita zona de confort y, en este caso, nuestro psicólogo Javier Álvarez nos da unas pautas para que aprendemos a querer y valorar este concepto sobre el que tanto se ha hablado y escrito en Psicología.

Para empezar es importante definir lo que a grandes rasgos la mayoría de autores consideran “zona de confort”.

Qué es la zona de confort

La zona de confort se está en la mayor parte de la literatura definida como un lugar, un espacio psicológico donde se caracteriza por la seguridad y la tranquilidad. Las personas se sienten seguras, no se asumen riesgos y por ende nos autolimitamos en nuestro crecimiento.

Se supone que salir de la zona de confort aporta múltiples beneficios, como por ejemplo obtener un mayor desarrollo personal, no acomodarse, ganar confianza, mejorar la autoestima, conocer sitios, otras culturas, personas … en fin no limitarse y ser cada vez una mejor versión de nosotros mismos en todos los ámbitos.

Es cierto, que el concepto en origen tenía sentido, pero como la mayoría de las cosas en la vida ha terminado distorsionándose y  cayendo en el reduccionismo, un excesivo reduccionismo.

Como si todo lo que nos hace sentir cómodos fuese una zona de confort, de la que sería interesante salir, por lo menos de vez en cuando, para poder crecer y valorar lo que tenemos (o no tenemos).

Aquí en este punto, hago un pequeño paréntesis para destacar el hecho de “valorar lo que tenemos”. Está muy extendido esa idea vaga de que hay que salir de dicha zona, para valorar las personas o cosas de las que nos rodeamos en nuestro día a día.

Desde mi punto de vista personal y profesional creo, que es un grave error por falta de trabajo en uno mismo, de no pararnos a pensar y valorar.

Cuando en psicología trabajamos enfocados al crecimiento personal, una de las áreas importantes es precisamente el valorar y aceptar lo que tenemos a nuestro alrededor, para disfrutarlo al máximo, para no tener que perder algo o alguien y decir… «ojalá hubiese hecho tal…», «si pudiera volver atrás», «no me di cuenta de…».

A nivel personal y como psicólogo cada vez aprecio más la «zona de confort«. En mi práctica diaria  como psicólogo en Málaga observo personas con ansiedad, depresión, problemas de pareja, conflictos en el ámbito social y laboral.

Todo ello da lugar a una sensación de insatisfacción constante, valorando y añorando lo que hay fuera de nuestro ámbito, lo que está fuera de nuestra zona segura, ese querer siempre lo que no tenemos.

Como psicólogo  lo primordial, por muy simple y poco ambicioso que parezca es que las personas gocen de bienestar y para eso hay que trabajar en la construcción de ese lugar seguro y tranquilo donde nos sentimos a gusto y protegidos; paradójico ¿no?

Cómo salir de la zona de confort

Las personas confundimos lo que es una zona de confort con una zona de disconfort y ese es el gran error que produce la frustración y el malestar.

¿Cómo diferenciarlo? ¡Escúchate! Y escucha tus emociones, tus emociones te ayudarán a analizar como te sientes, a partir de cómo te sientes dedica un tiempo a poner pensamientos, a qué te están diciendo esas emociones y esos pensamientos. Analizar  eso que llamamos “bienestar emocional”.

Por último ya solo falta hacer balance, si ese balance sale negativo estás en una zona de disconfort en la que tendrás que trabajar para salir de ella, ver qué te hace sentir mal, que falta en tu vida o qué   o quién sería mejor que no estuviese.

Si el balance te sale positivo ¡Enhorabuena!, está en una zona de confort y has debido de trabajar mucho para crearla, trabajar a nivel personal, familiar social y laboral.

Cuida ese lugar seguro y si puedes haz que cada vez sea más confortable, has logrado eso que tanto se ansía: el bienestar emocional.